Texto extraído de una conferencia magistral del Dr Martínez Lavín.
El charlatán es un personaje carismático pero siniestro que ha acompañado a las enfermedades en toda la historia de la medicina. Se podría definir como un sujeto que se jacta de tener un remedio (generalmente la cura total) para alguno de los múltiples padecimientos crónicos. Es curioso observar que, en muchos casos, el charlatán no es un mentiroso contumaz, sino mas bien una persona con poco juicio crítico acerca de la realidad e ignorante de la tremenda complejidad de las enfermedades crónicas. En ocasiones, posee una personalidad sociópata; es seductor en su forma de actuar, simpático, vehemente, transmite seguridad en sus afirmaciones, pero carece de escrúpulos y no le preocupan ni sus obvias limitaciones como terapeuta ni e estar engañando a los individuos mas vulnerables de la sociedad, los enfermos crónicos.
El charlatán tiene un perfil suficientemente definido como para poder reconocerlo con independencia del hecho de si supuestamente cura el cáncer, la artritis o la fibromialgia. Por lo general, esta persona no tiene entretenimiento formal en el área donde se ubica la enfermedad. En ocasiones, ni siquiera es médico. Hace sus “descubrimientos” en solitario y sin una base científica coherente. Sus seudoargumentos están empapados de jerga médica, pero sus planteamientos no resisten un escrutinio científico elemental.
Este tipo de curanderos no se conforman con aportar un avance en el conocimiento de alguna enfermedad, sino que de golpe y porrazo descubren la curación, la solución completa a las enfermedades complejísimas. Ignoran el hecho de que el conocimiento es una progresión ordenada de ideas y que no se puede dar ni por saltos ni por generación espontánea. Es imposible comenzar a construir la casa por el último piso, sin antes haber plantado sus cimientos.
Con frecuencia, una coyuntura casual es el origen de su genial descubrimiento. Las evidencias de que cura (o mejora) la enfermedad nunca están basadas en estudios controlados, siempre en la anécdota: fulano de tal tenía cáncer Terminal, estaba desahuciado y al someterse a mi tratamiento, se curó. Fulano de tal puede existir, pero probablemente nunca tuvo la enfermedad Terminal de la que fue curado. El testimonio de una persona en particular es un gancho habitual para atrapar a sus víctimas. Cuando se le pregunta al charlatán dónde están las legiones de pacientes que, según él, ha curado con su método maravilloso, responde que ellos se quedaron tan contentos que no quieren saber nada de su pasado marcado por el padecimiento.
El charlatán no conoce límites; en su desvarío, es capaz de asegurar que su pócima maravillosa no sólo cura fibromialgia sino también osteoporosis (enfermedades diferentes) o reumas, lo que convierte a su remedio en una verdadera panacea.
El “chamán” que “cura” enfermedades reumáticas desconoce la existencia de su mejor aliado: el efecto placebo. Ignora el hecho de que cualquier analgésico que se considere efectivo debe aliviar a más del 30 por ciento de las personas que lo toman.
Al charlatán le encanta la historia de David y Goliat. Argumenta que la razón por la cual su descubrimiento maravilloso no tiene aplicación universal son los intereses económicos de las compañías farmacéuticas, que conspiran en su contra. Arguye que la divulgación de su hallazgo las conduciría a la ruina. Sin embargo, no le causan empacho sus propios ingresos, derivados de la venta de su producto mágico.
Hay varios motivos que explican la atracción de la charlatanería sobre los pacientes. La primordial es la desesperación por su mal estado de salud, que les lleva a probar cualquier remedio con tal e conseguir la mejoría. Se necesita también cierta dosis de ingenuidad para creer en una solución que no tiene base razonable alguna. Detrás de esta ingenuidad existe algo de irresponsabilidad. Es más fácil creer a ciegas que un producto maravilloso producirá la curación total del padecimiento que someterse a un tratamiento que requiere de constante esfuerzo y de un cambio en el estado de vida.
Por último hay un grupo pequeño de personas en quienes su atracción a la charlatanería se sustenta sobre la base de una oposición al sistema establecido. Rechazan todo lo que tenga que ver con la autoridad, con la medicina ortodoxa, con la industria farmacéutica y con los organismos gubernamentales de salud.
En esta aldea global en que vivimos, sufrimos la masificación de la charlatanería a través de los medios de comunicación. Un ejemplo son todas las publicaciones donde aparecen remedios milagrosos para las más variadas enfermedades.
El mejor recurso contra el charlatán es la información. Resulta contraproducente que un organismo gubernamental o un colegio médico intente de alguna manera limpiar la actuación del charlatán (a menos que su pócima sea claramente tóxica). Esto sería darle armas al curandero para mostrar que los poderosos intereses políticos y económicos conspiran en contra de su maravilloso remedio. También es inútil procurar convencer a los seguidores incondicionales de lo falso del tratamiento predicado por el gurú. Ante la creencia dogmática, no hay argumento científico que valga.
Una persona bien informada hará una valoración crítica de los supuestos tratamientos y demandará conocer la base teórica sobre la cual se fundamentan, así como su mecanismo de acción y los estudios que avalen su utilidad y su seguridad.
La insufrible polarización
-
España sufre una intensa polarización, fruto de propuestas demagógicas de
ambos lados y de un servilismo acrítico de gran parte de los ciudadanos
hacia un...
Hace 4 años