El sistema sanitario público español es una auténtica joya, fruto del trabajo y la previsión de muchos. Con todos sus grandes defectos, es un modelo a seguir para cualquier país que quiera hacer del estado de bienestar, el centro de la actividad social.
Curiosamente, fue durante el régimen de Franco en donde se pusieron los cimientos de la Seguridad Social. Los sucesivos gobiernos democráticos, con sus luces y sombras, han profundizado y mejorado esta forma de protección social. Si hay algún punto en que la inmensa mayoría de los españoles estamos de acuerdo, es en el mantenimiento y mejora de esta herencia.
La base fundamental del sistema de salud es la universalidad de las prestaciones. Tener la tranquilidad de que, en caso de una enfermedad grave, cualquier español puede tener garantías de una asistencia sanitaria de primer orden, no tiene precio…..aunque sí que lo tiene, pero a eso iremos más tarde.
Cuando he dicho calidad de primer orden, sé de lo que hablo. Nuestra Sanidad es capaz de ofrecer lo mejor y lo último, a un nivel técnico y humano que nada tiene que envidiar a los mejores hospitales norteamericanos. Nuestros médicos son realmente buenos y muy preparados. Nuestros enfermeros posiblemente sean los mejores del mundo, y no es una exageración. Miles de médicos y enfermeros españoles, que están trabajando en Suecia, Reino Unido, Portugal o Francia asombran en aquellos países por su profesionalidad y humanidad. De hecho, cada año, son solicitados miles de compatriotas para que se vayan a trabajar a estos y otros países. No hay médico que vaya a USA a perfeccionar alguna técnica que no reciba ofertas muy jugosas para quedarse.
Pues bien, tenemos el dinero, tenemos a los profesionales adecuados (he hablado de médicos y enfermeros, pero puedo incluir a cualquiera de las profesiones sanitarias que trabajan en cualquier centro), tenemos las posibilidades de formación seria para los nuevos titulados, tenemos la convicción de toda nuestra sociedad de que esta forma de actuación es la correcta, sin embargo, veo nubarrones en el horizonte.
Problemas
El gasto sanitario se ha disparado hasta unas cotas imposibles de mantener a largo plazo. La burocratización progresiva del sistema, la inflexibilidad en la organización, la asunción de mayores competencias, el aumento incontrolado de usuarios (cada vez es más frecuente asistir a marroquíes no residentes en España que sólo acuden a nuestro país como turistas para encontrar asistencia sanitaria gratuita) y, por encima de todos ellos, el imparable aumento del gasto farmacéutico, hacen de nuestro sistema nacional de salud un gigante con pies de barro. Soluciones hay, ¿pero estamos dispuestos a asumirlas?
Origen de los problemas
1. Derivados del mal uso de los servicios. Como he hablado en la entrada previa, del uso de los servicios de salud se ha pasado al abuso de los mismos. La Sanidad ha pasado de cuidar de personas enfermas a hacerse cargo de todo tipo de problemas que poco tienen que ver con la medicina. Muchos problemas puramente sociales o psicológicos han pasado al ámbito de la Sanidad, donde no estamos preparados para esta problemática, por lo que los resultados que obtenemos son malos y caros. Sabemos tratar la Tuberculosis o el SIDA del drogadicto, pero no sabemos qué hacer con un drogadicto. Podemos curar la puñalada recibida por una mujer por parte de su marido, pero sólo llegamos hasta ahí. La profunda tristeza y la indefensión de esta mujer no requiere tanto de un psiquiatra sino de otros tipos de ayuda. Curar las infecciones del que vive debajo de un puente son nuestra especialidad, pero de nada sirve curarlo si, al darle de alta, le devolvemos al mismo puente. Los trabajadores sociales y otros profesionales tienen mucho más que decir en estos casos que los trabajadores de la salud, que se han preparado para otras lides.
2. Abuso por parte de los usuarios. Corre un chiste que es absolutamente cierto: en la sala de espera del médico se reúnen las mismas personas todos los días. Un día no acude Mari Pili y las otras se preguntan extrañadas: ¡¡¡qué raro que Mari Pili no haya venido hoy¡¡¡. A lo que les responde la más enterada: es que hoy no ha venido al médico porque está enferma. Pues sucede, aunque parezca extraño. Las consultas médicas se han llenado de personas sanas con problemas nimios que no precisan de ningún tipo de actuación médica. Un catarro, salvo excepciones, sólo requiere de abundante agua. Una gripe, con leche calentita, agua abundante, cama y algún antitérmico suave dura lo mismo y da las mismas molestias que con el mejor tratamiento prescrito por el mejor infectólogo del mundo (que si es el mejor del mundo le mandará leche caliente, agua, cama y paracetamol). Si me he dado un golpe en el brazo y me molesta durante unos días, no hay que acudir a Urgencias de Traumatología a que me digan lo que ya sé. No busquemos la salud en el Hospital o en el Centro de Salud, sino en el sentido común, el ejercicio y en llevar una vida sana.
3. Abuso por parte de las asociaciones de pacientes. Las asociaciones de pacientes, en ocasiones, más que una labor de información o de concienciación, lo que intentan es una presión directa sobre el gobierno para beneficio de sus propios intereses. Buscan estos beneficios, mediante la victimización (llegan a exagerar hasta límites insospechados la enfermedad de la que se trate), la exageración (suelen abultar las cifras de afectados hasta límites increíbles) y la desinformación(son las primeras en hacerse ecos de los supuestos avances que gentilmente les han cedido las farmacéuticas para conseguir vender un determinado medicamento, generalmente mucho más caro que el que hay pero igual de eficaz). Por supuesto que no todas funcionan de esta manera y hay múltiples ejemplos de asociaciones ejemplares.
4. Abuso por parte de los profesionales. Una mala preparación o simplemente una dejadez imperdonable, multiplica el gasto innecesario. Para algunos profesionales es más fácil tirar de receta que de consejos adecuados, mucho más baratos y, sobre todo, mucho más eficaces. Hemos acostumbrado al personal a que todo tiene solución con la pastillita adecuada y el usuario está encantado con esta solución, más fácil y cómoda, pero demasiado costosa en dinero y en efectos indeseados. A veces se debe a falta de tiempo, en otras ocasiones, muchos compañeros creen en lo que hacen cuando tratan con medicamentos un colesterol de 200 o una fiebre claramente viral con antibióticos. Pero también está el que lo hace a sabiendas tras recibir regalos de un laboratorio farmacéutico. En un caso por haber descuidado la formación y en otro como simple y pura estafa, en ambos hay una clara responsabilidad.
5. Abuso de las farmacéuticas. Este punto da para una y cien entradas. Las empresas farmacéuticas sólo buscan el beneficio económico. Muchas lo consiguen mediante un trabajo honesto, científico y riguroso y contra esto no tengo nada que objetar: se beneficia el empresario y se beneficia la sociedad entera. Pero otras consiguen abultados negocios haciendo auténticas barrabasadas, como la creación de nuevas enfermedades, creando necesidades aprovechándose de la ignorancia de la gente en temas científicos. Para que os hagáis una idea del gasto farmacéutico en España y su constante subida, según las cifras oficiales, en 1990 el gasto fue de 2.524.250.840 euros (el 0.51% del PIB) y en 2008 11.960.488.108 euros (casi el 1% del PIB) con una subida en 18 años de 473.82 %. Claramente insostenible a largo plazo.
6. Abuso de los medios de comunicación. Son los primeros en hacerles el juego a la gran industria de la salud propagando a los cuatro vientos los “interesantes” descubrimientos sobre nuevas enfermedades y nuevos medicamentos que no sirven para nada. El mensajero, en este caso, tiene una enorme responsabilidad, pues los que publican este tipo de noticias no suelen tener una mínima preparación que les haga capaces de distinguir el grano de la paja. Si quieren publicar artículos de salud, que acudan a expertos en el tema que sean capaces de criticar el artículo en cuestión.
7. Abuso por parte de los políticos. Saben lo que está pasando y, si no lo saben, no sé si es peor. Cortar todos estos abusos sé que tendría un coste muy alto para cualquier político honrado que acometa un cambio, pero es absolutamente imprescindible si queremos salvar nuestro sistema.
8. El buenismo de buena parte de la sociedad. Cualquier persona que acuda a nuestro país, tiene los mismos derechos a usar los servicios sanitarios que los españoles. Por poneros un ejemplo que vivo en primera persona. La unidad de hemofilia de mi Hospital lleva a aproximadamente 300 pacientes con esta enfermedad. El tratamiento con factor es carísimo y se estima en unos 50 millones de pesetas por paciente y año. Gracias a esta medicación los hemofílicos pueden hacer una vida absolutamente normal. Pues en los últimos años ya llevamos contabilizados 30 niños marroquíes que acuden cada tres meses como turistas con sus padres para acudir a la Unidad a recoger el factor. Estos 30 niños nos cuestan a todos 1.500 millones de pesetas cada año. Pero la cosa no va a menos, sino que están aumentando de una forma increíble. Estimamos que dentro de dos años, al ritmo actual, nos haremos cargo de 100 niños….Sólo contando con marroquíes, porque esto se ha ido extendiendo y no nos extrañaría que en menos de 10 años llegasen a ser 1000 niños del Magreb, pues los médicos marroquíes ya se han empezado a enterar de nuestra generosidad y cada vez informaran a más familias sobre el maravilloso tratamiento que regalamos en Sevilla. Osea, según las estimaciones que se han hecho por los economistas del Hospital, dentro de 10 años, y sólo con marroquíes, anualmente tendremos que gastar 50.000 millones de pesetas para tratar a estos 1000 hemofílicos. Todo el presupuesto del tercer Hospital más grande de España se irá en el tratamiento de estos críos. Pero tranquilos, que todavía nos queda ayudar a los niños hemofílicos rusos, argelinos, polacos, egipcios, etc. ¿Hasta cuándo sostendremos lo insostenible?.
La próxima entrada será sobre las posibles soluciones que se me ocurren, pero me encantaría oíros a vosotros.
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Hace 4 años
1 comentario:
Otro día diré algo más, hoy no tengo tiempo. No estoy de acuerdo con todas tus opiniones, sí con muchas, y también conozco el SNS, trabajo para él desde hace ya muchos años.
Una solución, no lamás importante, pero sí importante: copago, copago y copago
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