sábado, 1 de enero de 2011

Autoexigencia

La exigencia, en última instancia, es la consecuencia de una expectativa. A más expectativas, más exigencias y, cuanto mayor es la expectativa que tenemos, el nivel de exigencia es más elevado. Por otro lado, nuestras expectativas están íntimamente relacionadas con la imagen que deseamos proyectar o con la imagen que creemos que los demás tienen de nosotros.

Así pues, una imagen propia demasiado elevada y no realista, conlleva unos niveles demasiado altos de exigencia.

Cuando nos exigimos, ponemos en marcha los mecanismos biológicos de stress, que conllevan abundante suelta de adrenalina y esteroides, para ponernos en estado de alerta, lo que nos hace mucho más eficaces en la resolución de problemas. Pero un exceso de stress lleva a problemas psicológicos, como la ansiedad y la depresión.

El siguiente diagrama lo expone de forma más clara y concisa.

Imagen→Expectativa→Exigencia→Stress→Ansiedad.

Si queremos combatir la ansiedad crónica, no es suficiente luchar contra el stress, que no es la fuente, ni siquiera contra la exigencia ni las expectativas. Hay que ir al origen: a nuestra imagen, a la que creemos tener o la que creemos que los demás tienen de nosotros.

Para intentar una aproximación segura, eficaz y realista a nuestro verdadero ser tenemos que hacer un ejercicio de internalización. No fijarnos en apariencias externas ni en las reacciones de los demás, sino que tenemos que hacer un ejercicio de introspección, de meditación serena y honesta con nosotros mismos.

Tenemos que pasar de la imagen (apariencia) al ser íntimo y real. No debemos pensar en lo que quieren o esperan los demás de nosotros, sino en lo que realmente queremos nosotros. Tenemos que dar un paso gigantesco: desaprender mucho de lo aprendido, criticar y analizar lo que nos ha venido impuesto desde siempre. Debemos aprender a ser egoístas (no egocentristas) de manera equilibrada, es decir, atender nuestro propio interés sin olvidar o menoscabar los ajenos. Debemos comprender cuáles son realmente nuestros deseos y necesidades y saberlos diferenciar de lo que los demás esperan de nosotros y actuar en consecuencia: hacer y ser lo que realmente nosotros queremos hacer y ser. Sólo así nos respetamos y queremos. Sólo así hay una autoestima adecuada. Y sólo así aprendemos a respetar y querer, de verdad, con amor generoso, a los demás y nos podemos dar a ellos en cuerpo (nuestro verdadero cuerpo) y alma (nuestra verdadera alma).

Cuando nos conocemos de verdad, nuestras expectativas son realistas y se corresponden con nuestro ser y, en este caso, nuestro nivel de exigencia será adecuado y adecuados serán también los mecanismos de stress que pongamos en marcha, por lo que conseguiremos objetivos deseados sin la carga de la ansiedad.

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